Cuando el sol se oculta al atardecer,
siento que le echaré de menos,
al bajar la mirada,
veo un perro con el que nadie juega,
y entristezco,
en el instante en que la luna aparece al oscurecer,
sonrío emocionado de alegría,
entonces, mis ojos descubren unas flores marchitas,
y lloro, pues nadie pensó en ellas;
pero de repente … aparece la magia,
mis lágrimas riegan las flores,
que recuperan su vida,
mi sonrisa,
alerta al perro de que hay alguien para jugar,
y yo,
disfruto del momento, sabiendo,
que mañana volveré a ver al sol.